vivir la imagen

Pedro Tzontémoc

 

      Parafraseando a Tolstoi "El secreto de la felicidad no es fotografiar siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se fotografía". Y es que la fotografía no es un fin en sí misma, es tan sólo el medio que me permite ir de una experiencia a otra, de un encuentro conmigo mismo a otro. Es por esto que mi fotografía no pretende un compromiso social, ni la venta de un producto, tampoco pretende ser objetiva o subjetiva, es decir, no pretende contener una verdad absoluta o manifestar una apreciación visceral e individualista del mundo. En resumen con mi fotografía no pretendo transformar al mundo, sino que éste me transforme a mí.

      El acto de fotografiar, en sí mismo, a sido mi gran maestro. La fotografía es mi sexto sentido, es decir, también a través de ésta le doy coherencia a la realidad, me la explico. La cámara es tan solo una herramienta que a manera de prótesis agudiza mi atención. La relación ojo-vista-lente como contemplación y dedo-tacto-disparador como acción son el punto de equilibrio de mi percepción del mundo. Cuando fotografío el acto mismo toma el control y entonces a manera de posesión satánica me convierto en un instrumento.

      No manipulo ni construyo mi trabajo, porque creo que la realidad nos ofrece más de lo que la imaginación pueda elaborar. El realismo mágico, que tanto se busca ahora en la manipulación electrónica de la imagen, está a la vuelta de la esquina: Hay que estar ciegos para tener que buscarlo en una computadora. Aunque admito que esto se deba quizá a mi incapacidad de tomar elementos aislados de la realidad para re-inventarla lejos de su contexto, es decir, del aquí y el ahora. Creo que la vocación del fotógrafo es la de ser un captador de presentes, detener ese tiempo efímero que no existe; inventarlo, permitirle existir. Sin la fotografía el presente solo sería una sucesión infinita de instantes en tránsito del pasado al futuro: El presente sólo existe en las fotografías.

      Así como una línea es una sucesión infinita de puntos, la vida es una sucesión infinita de impulsos. La línea de mi vida ha sido trazada por el ritmo de mis impulsos. Creo que un ser humano es la suma de sus experiencias y cada una de ellas se ha convertido en el pretexto de mis obsesiones.

      El resultado de las experiencias, se traduce en imágenes visuales, pero también en la imagen misma de un modo de ver, de un modo de tomar conciencia de la realidad a partir del presupuesto básico de vivirla. Cada experiencia transforma mi forma de percibir el mundo y modifica mi relación con la fotografía.

      Mi fotografía no esta hecha para colgarse en las paredes o para publicarse, ni siquiera para ser revelada. Estos son únicamente procesos complementarios que me permiten establecer referencias en mi proceso vivencial, es por esto que mis mejores fotografías son las que conscientemente he decidido no tomar al dar paso a la experiencia directa, sin filtros. La fotografía no es el arte, el arte es la vida misma.

      No me considero un artista, ahora los artistas están más preocupados por vender o aparecer en los periódicos que en buscarse a sí mismos. Los artistas contemporáneos, salvo algunas honrosas excepciones obran obras. Yo me considero un simple receptor de experiencias diversas, ando por el mundo exponiéndome a ellas, involucrándome intensamente, estableciendo una relación amorosa-pasional con cada una de estas para consumirlas y a la hora de mi muerte tan solo me arrepienta de lo que no he hecho. La fotografía es el medio para lograrlo.

      A forma de resumen, recuerdo a Kati Horna, con quien tuve el privilegio de compartir largas pláticas, cuando decía que se hizo fotógrafa porque su verdadera vocación era ser vagabunda, esa fue su mejor enseñanza.

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